EL PIRATA PALO PALOTE
–¡Arriba, chicos! Tenéis que ir al planeta P. Parece que sus habitantes, los pepeninos, tienen problemas. Alguien está robando todos los pasteles del planeta –dijo la estrella fugaz a los niños.
–U, O, I, E, A. Despegamos: ¡po, po, po, po, po, po, po!
–U, O, I, E, A. Despegamos: ¡po, po, po, po, po, po, po!
Cuando se aproximaban al planeta vieron un barco flotando por el aire. En él navegaba el pirata Palo Palote con su papagayo Perico.
Los habitantes del planeta P contaron a Álex y Zoe que era Palo Palote el que se comía todos los pasteles: los del desayuno, los del postre, los de la merienda… Por más que los escondían, el pirata siempre los encontraba. Y aquel día era el cumpleaños de un pequeño pepenino.
Habían preparado un enorme pastel de pera para él. Todo estaba preparado: los pepeninos, la luz apagada, las velas encendidas… Y cuando el pepenín fue a soplar…
–¡Al pastelaje! –gritó Palo Palote, que apareció de la nada y mientras se abalanzaba a por el pastel iba diciendo–: ¡Pastel, pastelote, para Palo Palote!
–Pastel, pastelito, para Perico –gritaba también su papagayo, mientras se llenaba el pico.
Todos se quedaron pasmados y, antes de decir una palabra, el barco pirata ya había recogido su pasarela y se había perdido entre las nubes.
A Zoe le dio mucha pena que el pequeño se hubiera quedado sin su pastel.
–Tenemos que pensar algo –dijo preocupada.
–¿Por qué no hacemos un pastel de la paz? –preguntó Álex.
–¿Un pastel de la paz? –contestó Zoe extrañada.
–Sí, es un pastel que sirve para hacer las paces si te has peleado o enfadado con alguien. Una vez me enfadé con la prima Pati porque me había quitado la pelota. Al día siguiente me trajo un pastel de la paz riquísimo. Hicimos las paces y nos lo comimos entre los dos; estaba de rechupete. Podríamos hacer un pastel para Palo Palote –insistió Álex.
A Zoe y a los pepeninos les pareció una idea estupenda, y entre todos prepararon un riquísimo pastel de la paz de pomelo para el pirata.
No tardó Palo Palote en pasar por allí, pero esta vez los pepeninos lo detuvieron antes de que pudiera robarlo. En vez de enfadarse, le regalaron el pastel de la paz y le pidieron que dejara de quitar los pasteles a los demás.
Los habitantes del planeta P contaron a Álex y Zoe que era Palo Palote el que se comía todos los pasteles: los del desayuno, los del postre, los de la merienda… Por más que los escondían, el pirata siempre los encontraba. Y aquel día era el cumpleaños de un pequeño pepenino.
Habían preparado un enorme pastel de pera para él. Todo estaba preparado: los pepeninos, la luz apagada, las velas encendidas… Y cuando el pepenín fue a soplar…
–¡Al pastelaje! –gritó Palo Palote, que apareció de la nada y mientras se abalanzaba a por el pastel iba diciendo–: ¡Pastel, pastelote, para Palo Palote!
–Pastel, pastelito, para Perico –gritaba también su papagayo, mientras se llenaba el pico.
Todos se quedaron pasmados y, antes de decir una palabra, el barco pirata ya había recogido su pasarela y se había perdido entre las nubes.
A Zoe le dio mucha pena que el pequeño se hubiera quedado sin su pastel.
–Tenemos que pensar algo –dijo preocupada.
–¿Por qué no hacemos un pastel de la paz? –preguntó Álex.
–¿Un pastel de la paz? –contestó Zoe extrañada.
–Sí, es un pastel que sirve para hacer las paces si te has peleado o enfadado con alguien. Una vez me enfadé con la prima Pati porque me había quitado la pelota. Al día siguiente me trajo un pastel de la paz riquísimo. Hicimos las paces y nos lo comimos entre los dos; estaba de rechupete. Podríamos hacer un pastel para Palo Palote –insistió Álex.
A Zoe y a los pepeninos les pareció una idea estupenda, y entre todos prepararon un riquísimo pastel de la paz de pomelo para el pirata.
No tardó Palo Palote en pasar por allí, pero esta vez los pepeninos lo detuvieron antes de que pudiera robarlo. En vez de enfadarse, le regalaron el pastel de la paz y le pidieron que dejara de quitar los pasteles a los demás.
El pirata se dio cuenta de que no se había portado bien con los habitantes del planeta P, pero… ¡es que le encantaban los pasteles! Entonces tuvo una gran idea. Hizo las paces con ellos y decidió que desde ese día se convertiría en un pirata pastelero, y Perico sería su ayudante. Dicho y hecho. A partir del día siguiente Palo Palote y su papagayo hicieron pasteles a pares.
El primero que hicieron fue para el pepenín al que le habían robado su pastel de cumpleaños.
Para agradecer la ayuda de los hermanos, Palo Palote y Perico les regalaron también a ellos un enorme pastel de piña que casi no cabía en el Astrolápiz. Álex, Zoe y los pepeninos habían aprendido una manera riquísima de hacer las paces.
El primero que hicieron fue para el pepenín al que le habían robado su pastel de cumpleaños.
Para agradecer la ayuda de los hermanos, Palo Palote y Perico les regalaron también a ellos un enorme pastel de piña que casi no cabía en el Astrolápiz. Álex, Zoe y los pepeninos habían aprendido una manera riquísima de hacer las paces.
Pilar Menéndez
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